miércoles, abril 23, 2008

Día Mundial del Libro


Día Mundial del Libro y de los Derechos de Autor. Día de Castilla y León. Día de Aragón

Día de la Rosa y el Libro, fiesta cultural en Cataluña


Las raíces históricas de la tradición de Sant Jordi se remontan al siglo XVIII, y es entonces cuando se populariza el día como una fiesta de exaltación catalanista.
A lo largo de todo este tiempo se ha consolidado como una fiesta tradicional y emotiva en la que los enamorados se intercambian una rosa y un libro.
Sant Jordi, patrón de Catalunya, es hoy una fiesta popular, cívica y cultural que en los últimos años ha obtenido un reconocimiento internacional en diferentes países del mundo.
En 1995, la UNESCO instituyó a instancias de la Generalitat de Catalunya, el día 23 de abril como el Día Mundial del Libro y de los Derechos de Autor.
En la actualidad, la celebración de Sant Jordi como día del libro y la rosa, se complementa con la organización de diversos actos cívicos y culturales en todas las poblaciones de Catalunya.







ORIGEN DEL DIA DEL LIBRO

El origen de esta fiesta se debe a que el 23 de abril se conmemora el fallecimiento de tres escritores: el español Miguel de Cervantes y Saavedra, el inglés William Shakespeare y del cronista Garcilaso de la Vega (el Inca), todos ocurridos en 1616.


La idea de celebrar en el mundo "El Día del Libro" fue propuesta por la Unión Internacional de Editores (UTE), y presentada por el gobierno español a la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco). A esta iniciativa se le sumó la noción de "derecho de autor" expuesta por la Federación de Rusia.

Así, la Conferencia General de la Unesco, en su 28° reunión celebrada en 1995, aprobó por unanimidad proclamar el 23 de abril de cada año el "Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor". Este último punto tiene como objetivo fomentar el respeto a los derechos de propiedad intelectual.La resolución de la Conferencia General de la UnescoConsiderando que el libro ha sido, históricamente, el elemento más poderoso de difusión del conocimiento y el medio más eficaz para su conservación. Considerando, por consiguiente, que toda iniciativa que promueva su divulgación redundará oportunamente no sólo en el enriquecimiento cultural de cuantos tengan acceso a él, sino en el máximo desarrollo de las sensibilidades colectivas respecto de los acervos culturales mundiales y la inspiración de comportamientos de entendimiento, tolerancia y diálogo,

Considerando que una de las maneras más eficaces para la promoción y difusión del libro -como lo demuestra la experiencia de varios países miembros de la UNESCO- es el establecimiento de un "día del libro", con la correspondiente organización de ferias y exposiciones,
Observando que no se ha adoptado una medida similar a nivel mundial,Suscribe la idea y proclama "Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor" el 23 de abril de cada año, fecha en que coincidieron, en 1616, los decesos de Miguel de Cervantes, William Shakespeare y el inca Garcilaso de la Vega.

Resolución aprobada el 15 de noviembre de 1995

LAS COSAS Y SUS NOMBRES

DÍA DEL LIBRO

Hace ya medio siglo que asistí a mi primera Fiesta del Libro. Tenía yo entonces 7 años, y aquello me impresionó profundamente. Vinieron unos señores de fuera a anunciarnos la buena nueva de que gracias a Miguel de Cervantes Saavedra, a Guillermo Shakespeare y a Juan Gutenberg teníamos libros, y que debíamos rendirles homenaje cada día 23 de abril a estos grandes personajes. Se me pegaron ya desde entonces estos tres nombres con sus respectivas hazañas, porque la puesta en escena fue espectacular. Se repitió la fiesta en años sucesivos con el mismo boato, pero el impacto ya no fue el mismo: me hablaban de cosas que ya conocía, de lecciones repetidas. Eran los tiempos en que un solo libro, la Enciclopedia, bastaba para construir sobre él unos años de escuela primaria. Era “el libro” que nos teníamos que aprender. La impresión que tuve fue la de que aquellos señores venían a anunciarnos algo así como una nueva era que tenía que ver con el libro. Fue ahí donde me enteré de quién era Juan Gutenberg; por eso me extraña que ahora no se le nombre.


La idea que tenemos hoy del libro no es eterna, ni mucho menos. Ni siquiera es seguro que sea la que más tiempo ha durado. Sí es, ciertamente, la que mayor número de libros ha producido: de momento. Sin embargo, en nada se parece el libro de hoy al concepto ni al formato original de libro.

Es que, como ocurre con tantas cosas, el nombre no corresponde al contenido sino al continente. Pero mientras el contenido literario apenas ha variado a lo largo de la historia de la humanidad, el continente y las formas de escritura o impresión sí que lo han hecho, al ritmo de la evolución tecnológica. En realidad no son muchos los pasos que se han dado desde los primeros libros de hoja única enrollada, hasta el libro actual, formado por esas mismas grandes hojas encuadernadas, cosidas entre sí y protegidas por dos hojas gruesas con lomo formando la tapa. El gran cambio del libro no está ahí, sino en los procesos de producción, que han puesto el libro al alcance de cualquiera. Y cuando decimos libro ateniéndonos a su significado original, hemos de incluir en este concepto los periódicos, las revistas, los calendarios y los almanaques, que pertenecen al mismo género.

Si celebramos el día del libro, lo hacemos pensando no sólo en Cervantes y Shakespeare, los dos grandes genios literarios de la cultura occidental, uno en lengua española y otro en lengua inglesa, las dos lenguas mayoritarias de esta cultura. No son ellos solos los que están en este homenaje anual al libro. Está con ellos Gutenberg y con él la tecnología que posibilitó su industrialización, poniéndolo de este modo al alcance de todo el mundo.


Pero no se ha detenido ahí la tecnología: después de haber puesto al alcance de todo el mundo la adquisición de libros a precios en cualquier caso regalados si los comparamos con el precio que resultaba de escribirlos a mano uno a uno; después de ese gran paso, estamos inmersos en otro de enorme trascendencia para el mundo editorial: ahora, gracias a la informática por una parte y a internet por otra, cualquiera está en condiciones de editar y distribuir su propio libro, revista o periódico a costos insignificantes. El libro avanza imparable.

LA FRASE "Allí donde se queman los libros, se acaba por quemar a los hombres." Heinrich Heine

LIBRO

Liber, libri (plural, libros) es la palabra latina de la que procede la española. No ha sufrido por tanto ningún cambio. De dónde procede la latina, es un misterio, puesto que realmente es un préstamo del léxico agrícola. Liber es el conjunto de capas fibrosas del árbol, que quedan protegidas por la corteza: en resumen, la parte leñosa del árbol, la madera. Para no incurrir en la polisemia del latín (la misma palabra sirve para nombrar dos cosas bien distintas), hemos dejado libro para designar el volumen escrito, y hemos adoptado la forma latina líber para el valor botánico.


Como los romanos no fabricaban papel con la celulosa de los árboles, no se ve cómo pudieron establecer algún tipo de relación entre el líber (concepto botánico) y el libro. Apunto como posibilidad que tomando la palabra del griego, fuente natural de aprovisionamiento léxico para el latín, se encontrarían con bibloV (bíblos), palabra a la que al buscarle acomodo latino los hablantes romanos, la harían ir a parar a libros (los cambios consonánticos no se salen de las leyes de la evolución fonética). En cualquier caso no es más que una especulación, y la palabra latina se queda envuelta en el misterio de su origen y de su razón de ser.

Para acercarnos a la idea que tenían los latinos del libro, hemos de saltar a su sinónimo volumen, volúminis. Viene de volvo, vólvere, volvi, volutum: rodar, hacer rodar, dar vueltas, revolver, voltear. Se engloban en este significado cualesquiera objetos enrollados, pero se especializó para designar en principio los rollos de manuscritos (entonces lo eran todos), y a partir de ahí todo soporte de escritura dispuesto de manera que cabiendo mucha letra ocupase poco espacio: primero fue el papiro o pergamino enrollado, y luego fue el mismo material plegado y apilado.

En cualquier caso, la unidad física de escritura era el liber o volumen, es decir el rollo; mientras que la unidad conceptual estaba en el opus, en la obra. Al no caber una obra en un solo rollo, es decir en un solo liber o volumen, tenía que constar de varios libros o volúmenes, a no ser que se tratase de un opúsculum, de una obrita. Y puesto que el soporte siempre ha condicionado el trabajo, se hizo coincidir siempre cada unidad conceptual con un volumen o liber, es decir con un rollo. Esa era la extensión del libro.

Pero a ese mismo rollo escrito a una sola cara, cortado a la medida precisa y clavado en la pared (pángere es clavar), se le llamó página. Y a partir de ahí alguien pensó en renunciar a la forma de rollo y pasarse a la forma plana. Para ello plegó el pergamino formando cuatro hojas (de ahí el cuaderno; quaternos significa “de cuatro en cuatro”) antes de escribirlo, y cosió los cuadernos entre sí para formar un nuevo soporte para la escritura, mucho más extenso que el antiguo liber o volumen (el rollo). Y fue a este nuevo soporte al que se adjudicó el nombre de libro, que tiene actualmente. Pero eso sólo cuando cabe en él toda una obra. Porque si se necesita para escribirla más de una de estas unidades, a cada una de ellas ya no se la llamará libro, sino volumen, como corresponde al soporte que contiene tan sólo una parte de la obra.

Mariano Arnal

ONOMÁSTICA EL NOMBRE DEL DIA

JORGE

Del griego ghorgoV (georgós), que significa "trabajador de la tierra". Gh (ge) es la tierra, y ergon(érgon), trabajo. Giorgio, Georg, Jordi, son diferentes formas que ha ido teniendo este nombre en diversas lenguas. Figura entre los que más se han prodigado a lo largo de los siglos, tanto en la parte oriental y eslava de nuestra área cultural como en la parte latina y anglogermánica.

San Jorge megalomártir, que así es como lo llama la Iglesia Oriental de la que es originario, desde los inicios de su culto, del que se empiezan a tener referencias hacia el siglo V, es un auténtico mito. En el momento en que se escribían las Actas más antiguas del santo, éste ya había sido exaltado por la leyenda, de manera que los datos históricos están envueltos en ella. Según ésta, su martirio fue cruelísimo pero envuelto en prodigios. Parece que fue martirizado en Lydda, la Dióspolis de los grecorromanos, porque allí se levantó, en tiempos de Justiniano, una basílica sobre su sepulcro, que llegó a ser uno de los grandes centros de peregrinación de la cristiandad. San Jorge fue invencible no sólo en sus gestas, sino también en el martirio, lo que despertó una gran admiración y una profunda devoción en los guerreros de la Edad Media, que se encomendaban a él cuando salían a la guerra. Fue el santo popular por excelencia.

En san Jorge, nombre y figura llevan cargas culturales que a pesar de parecer divergentes, necesitan convivir y complementarse. En el nombre se honra y se mitifica la figura del agricultor como fundamento de la sociedad medieval. En el caballero armado, perseguidor de malhechores, libertador de princesas cautivas y vencedor del dragón, se exalta la figura del guerrero. En san Jorge convergen el trabajador de la tierra y el defensor de la tierra y de sus gentes. San Jorge ha sido el catalizador de los ideales de muchos pueblos y naciones que lo han adoptado como santo Patrón y han hecho girar en torno a él sus mejores leyendas. Es tan profundo y tan ancestral lo que representa, que ha superado la dimensión humana para convertirse en mito. Ninguno de los San Jorge que nombra el santoral se ajusta al auténtico San Jorge, porque el más auténtico de todos, el san Jorge que con más devoción veneramos, es el del mito. Como tiene que ser. Un san Jorge amasado de tierra y forjado con su armadura. Un san Jorge que de la tierra donde derramó sangre enemiga, hace brotar rosas.

Con san Jorge, Cataluña, Aragón y cuantos pueblos se han puesto bajo su patrocinio, están en comunión cultural con infinidad de pueblos tanto de nuestro oriente como de nuestro occidente, que lo tienen como patrón. Con su nombre se honran ciudades y pueblos, reyes y príncipes, gobernantes y gobernados. Entre todos lo han ido haciendo cada vez más grande, cada vez con mayor carga de valores. Por eso se sienten legítimamente orgullosos de él cuantos lo llevan. ¡Felicidades!


Publicado en la edición de El Almanaque Nº 3127 Miércoles 23 de Abril de 2008