lunes, marzo 03, 2008

LAS ENFERMEDADES DEL APETITO : BULIMIA

LAS ENFERMEDADES DEL APETITO

Al final de todo, lo que manda son las ganas de vivir, que se traducen en ganas de comer, ganas de copular, ganas de criar. Cuando decaen cada una de esas ganas, o todas a la vez, el pronóstico es muy grave.

El reto más difícil de todo criador, es que los animales a los que tiene en cautividad sigan manteniendo las ganas de vivir. La mayoría de animales mueren de tristeza a poco de ser cogidos cautivos, y por supuesto se niegan a comer; algunos se golpean contra los barrotes hasta morir; los más, arrastran su vida, pero o dejan de copular, o lo hacen sin la energía vital necesaria para la fertilidad; o si por fin acaba de nacerles la criatura, les falta el amor para sacarla adelante: no saben qué hacer con ella. Por eso somos tan pocas las especies explotadas.

Es la resistencia a las condiciones de vida más adversas lo que determina la aptitud para la explotación. Somos muy pocas las especies capaces de seguir comiendo con apetito en cautividad, de seguir copulando con fuerza vital, de aceptar las crías que nos nacen como prolongación feliz y natural de nuestra propia vida, de seguir empeñados en el ejercicio de esas funciones vitales a pesar de la dureza creciente de las condiciones de vida tanto para los adultos como para las crías.

Es que para toda la naturaleza es incompatible la vida con la servidumbre. Sólo unas pocas especies que nos llamamos superiores (la propia especie humana y las que ésta ha conseguido someter a cautividad y explotación), somos capaces de sobrevivir a esas condiciones de vida. En eso consiste por encima de todo, nuestra superioridad.

Somos capaces de sobrevivir a la enfermedad y a la postración más absolutas, de sobrevivir a la falta de proyección de nuestras vidas, a la enajenación y extrañamiento de nuestras crías, a nuestra propia enajenación. Para ello es necesario generar una concatenación de neurosis inducidas que nos impelen a comer y a copular sin verdadero apetito; no por necesidad natural, sino por necesidad inducida. Para eso les ponen a los pollos y a las gallinas la luz, para eso tienen a las vacas con música y en penumbra, para eso nos ponen a nosotros ante la caja tonta. A donde no nos empuje la naturaleza, nos han de impeler los ingenios de la explotación.


Por eso es tan difícil saber si cualquier resistencia del alma o del organismo a vivir en esas condiciones, es una señal de enfermedad, o si lo es más bien de salud vital. Si la apatía, la abulia, la anorexia, la depresión, no serán otras tantas manifestaciones de la más profunda salud, la que se rebela contra el estado de enfermedad, de debilidad, de dependencia perpetua controlada y dosificada en razón de los fines para los que se ha asignado a cada uno un lugar en la vida.

Quizá debiéramos alegrarnos de que alcancen a la especie humana los beneficios de la tecnología ganadera. Nos sorprendería conocer el inventario de aplicaciones ganaderas al hombre, empezando por la alimentación y engorde de nuestros bebés, si decidiéramos hacerlo algún día. Supongo que la vergüenza nos impide hacer estas comparaciones: se mancillaría nuestra superior dignidad humana, si nos ponemos al lado de la indignidad de las bestias de carne.

Pero es que en la genética estamos siguiendo casi al pie de la letra la pauta marcada para la reproducción de animales de explotación, y otro tanto hacemos en la alimentación, siguiendo las sapientísimas normas de la cría y engorde de animales. Si la producción industrial de alimentos tanto para las reses como para nuestra alimentación no fuese una actividad semiclandestina, sabríamos más de la película y no nos llevaríamos las sorpresas que periódicamente nos conmocionan.

EL ALMANAQUE reflexiona hoy sobre la palabra bulimia, literalmente “hambre de buey”; la medicina no ha tenido inconveniente en este caso de compararnos con nuestros más próximos allegados.

ETIMOLOGIA - LÉXICO

BULIMIA

Examinando el origen y desarrollo de los términos toro y vaca, tropecé con la bulimia. Lo usamos como el contrario de anorexia, y con él designamos la neurosis que nos incita a comer constantemente. Digamos que se trataría de una neurosis desenfrenada, fuera de los cánones de las neurosis beneficiosas en las que se nos educa, que son muchas y variadas. BouV (bus) es la vaca o el buey, y limoV (límos) es el hambre, la necesidad de comer.

Los griegos fueron los forjadores del compuesto boulimia (bulimía) y de algunos derivados: boulimiasiV (bulimiasis), afección de bulimia; boulimiaw (bulimiao), tener ansias de comer (como un buey o una vaca), sufrir de bulimia; y así otros tres. Era, pues, bien conocido para los griegos el fenómeno de las personas que comen a todas horas, y lo tenían bien definido y denominado.

Pero por lo visto no acabó de gustar a todos esta palabra; otros vieron más adecuada la imagen de la voracidad del perro hambriento, la proverbial hambre canina, y formaron la palabra cinorexia como sinónimo alternativo de bulimia. El perro, en efecto, al igual que su congénere el lobo, come a panzadas: cuando tiene, aprovecha a hincharse; y cuando no tiene, pasa hambre y resiste. Aunque tanto la vaca como el perro comen por hambre, está claro que usando como referente a una o a otro, se describen formas bien distintas del mismo fenómeno. Son formas muy distintas de ansiedad. La vaca es incapaz de engullir como el perro.

Sin embargo la palabra cinorexia (kunoV / kynós = de perro) tiene la ventaja de situarnos en el mismo plano de la anorexia, y por tanto en la raíz del problema; es decir que se refiere a la orexiV (oréxis), al deseo, a la apetencia, que es la clave de la enfermedad, de orden claramente anímico. Esta palabra procede de oregw, wrexa (orégo, órexa), que significa tender, extender: oregein ceiraV eiV ouranon (oréguein jéiras eis uranón) = tender las manos al cielo; lanzarse hacia algo: ou paidoV orexato (hu paidós oréxato) = se lanzó hacia su hijo; y por extensión, desear. OrektoV (orektós), es algo deseado, que excita el deseo; orektikoV (orektikós) es un adjetivo del mismo orden.

Es decir que el deseo de comer es una de las muchas concreciones de la orexiV (oréxis), por lo que se mantiene tanto en el término anorexia (falta de apetito) como en cinorexia (hambre de perro) la madre del problema: la apetencia o inapetencia; el deseo o la abulia (un grado más de inapetencia, el empeño en no querer). La lástima es que la cinorexia no la inventaron los griegos.

Es evidente que todas las enfermedades relacionadas con el apetito y con los apetitos son de orden psíquico, inducidas por prácticas aberrantes y por hábitos o tendencias del entorno. En el último siglo el antiguo arte de cebar se convirtió en una ciencia exacta, que se ha empleado en el hombre con óptimos resultados: los animales de granja en que se ensayó esta ciencia experimentaron un avance espectacular en la producción que de ellos se esperaba. Pero no menos prodigioso es el avance experimentado por el hombre: las crías humanas “se hacen”, gracias a los nuevos métodos de cebado, con una rapidez que hubieran sido incapaces de imaginarse nuestras bisabuelas y tatarabuelas.

No sólo eso, sino que además hemos aumentado nuestro tamaño en el sentido diseñado por los dietistas, al igual que los animales en los que se aprendió esta ciencia. Pero tanto en ellos como en nosotros ha sido necesaria una intensa acción de cebamiento, forzando los apetitos naturales. Esta forma de comer al margen de lo que manda el apetito, acaba descomponiendo el sistema regulador de la alimentación, de manera que a unos les da por comer sin medida, y a otros les da por el extremo contrario. De la intensidad de este desarreglo es una prueba el hecho de que habiendo inventado la naturaleza el apetito para garantizar la alimentación, sea tan grande su estrago que los unos no se enteren de su peligroso hartazgo, ni los otros de su extremada depauperación.

Mariano Arnal


LIBROS DE AUTOESTIMA Y SUPERACIÓN 1 - 2 - 3

Publicado en la edición El Almanaque Nº 3077 Lunes 3 de Marzo de 2008