lunes, abril 14, 2008

LAS COSAS Y SUS NOMBRES : SENILIDAD

LA FRASE

SALUD, DINEROS Y LUENGA VIDA, Y EL PARAÍSO A LA PARTIDA

En el orden de preferencia, siempre la salud.

EL REFRÁN

A UN CLAVO ARDIENDO SE AGARRA EL QUE SE ESTÁ HUNDIENDO.

Es lógico que a quien tiene problemas de salud no le importan los medios por los que recuperarla. Quien se agarra a un clavo ardiendo se libra de caerse, pero le queda la quemadura.

SENILIDAD

Ser viejo es hoy día una enfermedad y por tanto un estigma. Ni las personas ni las sociedades sanas se ufanan de sus debilidades, antes al contrario recurren a los eufemismos para ocultar tras ellos el hecho esencial de que consideramos mala, y por tanto digna de ser ocultada, la realidad que con ellos denominamos. Desde el momento en que decimos "personas de la tercera edad", "personas de color", "invidentes".. delatamos nuestro esfuerzo por ocultar detrás de palabras apañadas, una realidad que percibimos como negativa.

Del latín senex, senis, que significa viejo en cuanto a la edad (senex canis, perro viejo; senex servus, esclavo viejo; cómici senes, cómicos viejos), derivamos una serie de cultismos. Todas las lenguas románicas desecharon esta palabra para denominar a los viejos, prefiriendo vetus véteris, aplicado a personas, animales o plantas. Posiblemente fue la institución de los veterani (ver web), más popular y más cercana que la de los senatores, la que inclinó la balanza en favor del término vetus véteris (viejo). De senex hemos derivado senectud, senil, senilidad, señor y sus derivados, senado y sus derivados. Y la expresión latina senior, que se usa en contraposición a junior.

Los dos grupos de nombres latinos derivados de senex, nos dan idea del enorme prestigio que tenía la vejez entre los romanos. Por una parte el senado, institución formada por los más viejos, a quienes se consideraba imprescindibles para el buen gobierno de la República. Y por otro lado los seniores (los más viejos). Se llamó así (y volvemos a empalmar con la institución de los veteranos) a los soldados de reserva, que eran los ciudadanos de más de 45 años de edad, incluidos en las centurias de ancianos para comicios electorales; en el Bajo Imperio se llamaba así a los ancianos más respetables, tanto de entre los miembros del senado romano, como de entre los dirigentes de comunidades hebreas o cristianas. Más adelante senior se utilizó como tratamiento de respeto a todo superior, y a principios de la Edad Media se había convertido en sinónimo de dóminus (señor, dueño), pero de tal modo que tuvo que tuvieron que complementarse ambos términos: senior dóminus, que nos da el actual señor don.

¿Qué se hizo de tanta consideración, tanto honor y tanto respeto por los viejos? En qué ha quedado todo ese esplendor? A juzgar por el valor que tuvieron antaño las palabras que a ellos se referían y el que actualmente tienen, les hemos despojado de todo lo que tenían de positivo y nos hemos quedado con los despojos. Hemos reservado los cultismos para denominar sus debilidades: senilidad es la debilidad orgánica y mental inherente a la vejez. En la terminología coloquial, tampoco ha quedado la vejez muy bien parada. No hay nombre bueno para los viejos. Ni abuelos, ni ancianos, ni gente mayor, ni personas de la tercera edad. No acaba de cuadrarles ninguno, porque la verdad última es que son ellos los que no cuadran en una sociedad que huye de la vejez, y como acto reflejo, también de los viejos.

Mariano Arnal

Publicado en la edición El Almanaque Nº 3118 Lunes 14de Abril de 2008