lunes, febrero 11, 2008

LA TRAGICOMEDIA DE CALIXTO Y MELIBEA

CALIXTO Y MELIBEA

Son la versión española de Romeo y Julieta, inmortalizados por el genio de Shakespeare. Pero no se quedó atrás Fernando de Rojas en la narración de la historia de los dos amantes que eligió para amonestar a los lectores sobre los peligros a que se exponen los que se dejan arrastrar por otros al torbellino del AMOR y entran incautos a abrasarse en el fuego que otros atizan para su provecho. SÍGUESE

LA COMEDIA O TRAGICOMEDIA DE CALISTO Y MELIBEA, COMPUESTA EN REPREHENSIÓN DE LOS LOCOS ENAMORADOS QUE, VENCIDOS EN SU DESORDENADO APETITO, A SUS AMIGAS LLAMAN Y DICEN SER SU DIOS. ASIMISMO HECHA EN AVISO DE LOS ENGAÑOS DE LAS ALCAHUETAS Y MALOS LISONJEROS SIRVIENTES.


Ese es el título de la obra, y le sigue el ARGUMENTO: Calisto fue de noble linaje, de claro ingenio, de gentil disposición, de linda crianza, dotado de muchas gracias, de estado mediano. Fue preso en el amor de Melibea, mujer moza, muy generosa, de alta y serenísima sangre, sublimada en próspero estado, una sola heredera a su padre Pleberio, y de su madre Alisa muy amada. Por solicitud del pungido Calisto, vencido el casto propósito de ella (entreveniendo Celestina, mala y astuta mujer, con dos sirvientes del vencido Calisto, engañados y por ésta tornados desleales, presa su fidelidad con anzuelo de codicia y de deleite) vinieron los amantes y los que les ministraron en amargo y desastrado fin. Para comienzo de lo cual dispuso la adversa fortuna lugar oportuno, donde a la presencia de Calisto se presentó la deseada Melibea.


La gran novedad que representa la Tragicomedia de Calixto y Melibea es la mediación de la Celestina y de toda la tramoya que ésta conlleva. Por lo que respecta al desarrollo de los amores de los dos jóvenes, se repite el argumento que viene desde la comedia griega, continuó en la latina con Plauto y Terencio, y se mantuvo en la comedia humanista. Una de las noches en que Calixto acude por la noche al jardín de Melibea, los criados mueven gran alboroto en la calle (la avaricia de Celestina había desencadenado una sucesión de calamidades en cascada, que empiezan en la muerte de la propia Celestina a manos de un criado de Calixto).

Temeroso de ser descubierto a causa de este alboroto, Calixto sale precipitado de la casa de Melibea, y al bajar por la escala da un traspiés que le cuesta la vida. Melibea, desesperada, sube a la torre de la casa, su padre tras ella, y allí le confiesa sus males de amor. Y aprovechando la breve ausencia de su padre que ha bajado a ordenar que le traigan una vihuela para mitigar con la música su pena, se precipita de la torre a la calle, para acompañar en la muerte a su amado.

Y así contentarte he en la muerte, pues no tuve tiempo en la vida. ¡Oh mi amor y señor Calisto! Espérame, ya voy; deténte, si me esperas: no me incuses la tardanza que hago, dando esta última cuenta a mi viejo padre, pues le debo mucho más. ¡Oh padre mío muy amado! Ruégote, si amor en esta pasada y penosa vida me has tenido, que sean juntas nuestras sepulturas; juntas nos hagan nuestras obsequias.


Así hablaba Melibea en su despedida antes de precipitarse de la torre. Pedía el mismo trato que tuvieron Romeo y Julieta, el mismo que tuvieron los Amantes de Teruel.


EL ESTRO POÉTICO


Hay maneras y maneras. Y justo es decir que en el sexo, cuyo nombre sublime (alevosamente falaz a menudo) es amor, se dan los dos extremos: el de la más exquisita elegancia y el de la mayor vulgaridad. En el estro tenemos un ejemplo. Es ciertamente un cultismo, cuyo valor no procede tanto de su significado como de su noble origen.

Al fin y al cabo, es el tábano con la comezón que produce su picadura, lo que da origen a la palabra y a la idea de estro. Como metáfora es francamente buena. La estropea un tanto el hecho de que se llame también así, ya desde los griegos, a un moscardón (relativamente parecido al tábano) que deposita los huevos en la piel de los animales, incluido el hombre (oestrus hominis), de manera que las larvas se introducen bajo la piel provocando una comezón de naturaleza muy distinta a la que produce la picadura del tábano.

El caso es que esta palabra nacida en la lengua griega para denominar al tábano, a su picadura, a las manifestaciones de dolor y furor que ésta produce, y para referirse por extensión a cualquier deseo vehemente o pasión loca, e incluso a la misma locura; esta palabra, que los griegos nunca usaron con el valor que hoy tan cultamente le asignamos, la tomaron prestada ya los romanos (oestrus) con el significado de tábano, agregándole los de inspiración poética y delirio profético. No llegaron todavía al celo.


Ahondando en esta línea de significación, los diccionarios definen el estro como Numen, inspiración, genio, entusiasmo, vena, sagrado fuego, etc. en metafóricas suposiciones tocante al interior estímulo que siente el poeta para hacer sus versos; lo cual se finge provenir o emanar de alguna causa estraña y superior a lo terreno, que predispone, agita, inflama el ánimo del vate, y lo precisa a cantar, a componer, a decir. Así el de R.J. Domínguez (1895).

La enciclopedia Espasa lo define como un ardoroso y eficaz estímulo con que se inflaman, al componer sus obras, los poetas y artistas capaces de sentirlo. Y María Moliner baja aún más el tono y dice del estro que es la inspiración o capacidad creadora de los artistas, especialmente los poetas. En la otra línea de significación, la Espasa, que no sabe aún de estrógenos, da este significado a Estro o estrum: (fisiol.) orgasmo o crisis de excitación venérea. Y Domínguez, clasificándolo como término de medicina, dice que estro es el furor por gozar mujeres.

Es evidente que estamos ante un supercultismo que no ha acabado de cuajar, que ha ido dando tumbos y que ha recalado por fin en la medicina a causa del compuesto estrógeno que con él se ha formado para denominar a las hormonas responsables de la diferenciación sexual, y de propiciar determinadas funciones sexuales. Al haber adquirido tal importancia los estrógenos en la explicación de funciones y conductas, ahí los tendremos para los restos.

Pero ¿y el estro? Algo habrá que hacer con él; de lo contrario vendrá a resultar que los estrógenos son productores de inspiración poética y todo eso, que sí lo son, ciertamente, sin ser esa, ni mucho menos, ni su única ni su principal función. A ver si alguien se decide a ponerle el cascabel al gato, si nos informa de la existencia de un período de celo en la hembra humana, de cuáles son sus características y de si la cultura ha sido capaz de alterar sustancialmente los condicionantes hormonales, o predomina en esto el voluntarismo teórico y la fantasía sobre la realidad. Ahora que se pueden medir y pesar los generadores del estro, ¿se atreverá alguien con el tema?


Artículo publicado en la edición de El Almanaque Nº 3056 Lunes 11 de Febrero de 2008