jueves, febrero 28, 2008

Día de Andalucía - Andalucía para sí, para España y la Humanidad. LÉXICO: HUMANIDAD

LAS COSAS Y SUS NOMBRES

LA FRASE
La felicidad es algo que depende no de la posición, sino de la disposición. John G. Pollard
Una vez echadas las cuentas de lo que conviene que sea (generalmente esas cuentas no necesita echarlas cada uno; lo hace la sociedad por él), sale a cuenta ponerle la mejor cara que uno tenga. Lo demás son ganas de amargarse.

EL REFRÁN
CADA UNO ATIENDE MÁS A LA PASIÓN QUE A LO QUE DICTA LA RAZÓN
Viejo proverbio castellano que nos da la clave de por qué nos posicionamos en un bando o en otro. No importa lo que digan ni lo que hagan los míos, mientras sean los míos. Sea lo que sea estará bien dicho y bien hecho, en especial si se dice i se hace contra mis contrarios.

LÉXICO - ETIMOLOGIA

HUMANIDAD

En todas las lenguas de nuestro ámbito cultural, hombre es equivalente a esclavo y por tanto su correspondiente abstracto humanidad equivale a esclavitud. Por eso, el que proclama "Homo sum..." no está proclamando una obviedad, porque lo obvio hubiese sido "Vir sum...", sino que está haciendo un acto de humildad.

De ahí que la irrupción en nuestra cultura de una divinidad que proclama como el más noble de sus atributos, su humanidad; que nos viene a decir: "soy hombre", y no cualquiera, sino el más ignominioso de los hombres, el esclavo condenado a la última humillación reservada a los esclavos, la cruz; el que nos venga Dios con estas novedades, es que se están removiendo desde lo más hondo los cimientos de la humanidad. (Obsérvese que de la misma manera que el opuesto de homo es vir, el opuesto de humánitas debería ser virílitas. Y probablemente lo fue antes de contaminarse las palabras. Desviada la función de virílitas a otras significaciones, tendríamos que considerar que es dominatio el opuesto natural de humánitas, puesto que dóminus es el dueño, y homo el esclavo.)

Y lo que se remueve, es que se le reconoce carta de nobleza a la esclavitud, con lo que se opera la mayor y más profunda revolución de la historia (a su lado, la Revolución Francesa no es más que un breve apéndice; y fue también su desencadenante una cuestión de reconocimiento de dignidad. Lo único que querían los burgueses era ser admitidos a la categoría de nobles. Al negárseles esa dignidad, decidieron acabar con ella, sustituyéndola por la nobleza del dinero, proclamada como nobleza del trabajo, para que nadie se sintiese excluido).

Y no se detiene ahí la revolución. En las relaciones de la humanidad con la divinidad (en el judaísmo y el cristianismo, a diferencia de las religiones griega y romana, el hombre siempre es siervo en relación con Dios; obsérvese el título del sumo pontífice: Servus servorum Dei, "Esclavo de los esclavos de Dios") los sacrificios constituyen el acto de reconocimiento por parte del hombre, de su dependencia con Dios y de sus obligaciones para con él. Y como acto más tangible de esa dependencia, Dios le exige que le sacrifique asiduamente lo mejor que tenga: las primicias del campo si es campesino, los mejores animales del rebaño si es pastor, los enemigos vencidos si es guerrero, y como prueba máxima de sometimiento a su voluntad, le exige el sacrificio de los propios hijos (recuérdese el sacrificio de Isaac).

En ese contexto, para que Dios, a quien hay que ofrecer lo mejor que se tiene, acepte como sacrificio expiatorio de toda la humanidad y por tanto como la víctima más digna, un esclavo en el paroxismo de su ignominia, en la cruz; para que esto ocurra, sólo una condición puede darse, y es que la esclavitud y la cruz hayan sido elevadas a la más alta dignidad. Esa es la novedad del cristianismo: un hombre nuevo, una cruz resplandeciente y gloriosa, una esclavitud dignificada. Y lo más digno de esa esclavitud no es el servicio (la simple condición de esclavo), sino el trabajo.

En el nuevo orden humano, el esclavo se dignifica gracias al pan y al vino que salen de sus manos, que valen tanto como el más noble sacrificio: el del Dios-esclavo, y que efectivamente son aceptados por el Dios-señor como el más noble sacrificio. Dios no se hizo esclavo para acabar con la esclavitud, sino para dignificarla. No se hizo hombre para acabar con la humanidad, sino para mejorarla.

Mariano Arnal


Día de Andalucía - Andalucía para sí, para España y la Humanidad.


Blas Infante Pérez : Padre de la Patria Andaluza

La vida de Blas Infante (1885-1936) se halla estrechamente ligada a la lucha por la autonomía de Andalucía y su resurgimiento socioeconómico.

Heredero de los movimientos republicanos y federalistas del siglo XIX, se convierte en el adalid de la defensa de los derechos del pueblo andaluz y de sus aspiraciones sociales.

Raíces

Blas Infante Pérez nace el 5 de julio de 1885 en Casares (Málaga). Su padre, Luis Infante Andrade, licenciado en Derecho, es secretario del Juzgado del pueblo. Su madre, Ginesa Pérez de Vargas, pertenece a una familia de labradores de clase media.

Tras cursar los estudios primarios en la escuela de Casares, ingresa como alumno interno en los Escolapios de Archidona (Málaga), donde estudia el bachillerato entre 1895 y 1899.
Su encuentro con los jornaleros andaluces le impresiona ya tempranamente, como recuerda años más tarde cuando escribe: "Yo tengo clavada en la conciencia desde la infancia la visión sombría del jornalero. Yo le he visto pasear su hambre por las calles del pueblo".

Horizontes
Desde 1900 trabaja como escribiente en el Juzgado de Casares, al tiempo que estudia en la Facultad de Derecho de Granada como alumno libre. Se produce entonces su "toma de conciencia andaluza" y nacen en él las inquietudes que guiarán su vida posterior.
Se licencia en 1906 y, tras ganar las oposiciones en 1909, ejerce desde 1910 como notario en Cantillana. La proximidad con la ciudad de Sevilla le permite entrar en contacto con el mundo político e intelectual sevillano, especialmente con los miembros del brillante Ateneo, entre los cuales se hallan convencidos regionalistas.
En 1915 publica Ideal andaluz, donde expone su particular visión de la historia y los problemas de Andalucía.

Sentimientos
En 1919 se casa en Peñaflor con Angustias García Parias. El matrimonio reside entre Sevilla y Cantillana.
Infante se traslada a Isla Cristina (Huelva), donde ejerce como notario desde 1922.
En 1931 regresa a Sevilla y construye una casa en Coria del Río inspirada en la arquitectura de Al-Andalus, encargándose personalmente de su decoración.
Ideales
Blas Infante alterna simultáneamente las tareas de juristas, historiador, antropólogo, musicólogo, escritor y periodista. Estudioso y lector voraz, se revela también como un lúcido conferenciante. Su único sueño es la redención social y cultural de su tierra, Andalucía.
Su primer libro, Ideal andaluz, se convierte en obra clave del andalucismo. Entre sus obras posteriores destaca La dictadura pedagógica, complejo y crítico análisis filosófico publicado en 1921.
Su obra refleja la toma de conciencia de los problemas andaluces, especialmente la cuestión agraria. Líder indiscutible del andalucismo, su anhelo es la reconstrucción de Andalucía, entendida también como necesaria para la regeneración de España.

Símbolos
Blas Infante ejerce un papel decisivo en el proceso de definición y popularización de los símbolos de Andalucía: la Bandera, el Escudo y el Himno.

En 1918, propone recuperar la vieja bandera andalusí, verde y blanca, documentada desde el año 1095, y establece el escudo andaluz inspirándose en el de Cádiz. En 1933 compone la letra del Himno de Andalucía, adaptándola a la antigua melodía del Santo Dios, canción religiosa que entonaban los jornaleros andaluces al finalizar su día de trabajo.

Para Blas Infante la bandera blanca y verde es: "grito de esperanza y paz, colores preferidos por nuestros padres. El Escudo lleva el Hércules juvenil, fundador de la vieja Cádiz, expresión de la fuerza eternamente joven del espíritu, domando la fuerza instintiva de los estímulos animales, representada por dos leones. El Himno es obra de los campesinos andaluces, cuya música cantan desde tiempo inmemorial".