miércoles, marzo 19, 2008

SEMANA SANTA MIÉRCOLES SANTO - Fallas 2008 - Día del Padre - Día del Seminario

Día del Padre

“Tener hijos no lo convierte a uno en padre, del mismo modo en que tener un piano no lo vuelve pianista.” Michael Levine

PATERNIDAD

La palabra padre nos viene de inmensamente lejos, pero sólo podemos controlar su significado desde muy acá. Procede del latín pater / patris, que significa padre, que a su vez viene del griego pathr / patroV (patér / patrós), que seguimos traduciendo igual. Una palabra que se ha mantenido invariable durante más de tres milenios (que podamos constatar), mientras la realidad que con ella denominamos, ha cambiado de forma sustancial.

No se ha podido fijar el significado original de padre; pero los que hurgan en las palabras antiguas tienen la sospecha de que pudiera significar en un principio "sacrificador", refiriéndose a la función de sacerdote doméstico que tenía el padre en tiempos remotos y que en ese caso sería percibida como la principal de sus funciones. Lo que sí está claro es que no significa "engendrador", que es el significado clave que tiene actualmente. Y no lo significaba porque no era ésa la sustancia de la paternidad, sino el dominio, cuya más alta expresión está en el sacerdocio. La sustancia de la paternidad estuvo en la patria potestas, sobre la que están montadas, todavía hoy, las relaciones paternofiliales. Cuando se habla de "pruebas de paternidad" nos referimos exclusivamente al acto de engendrar, porque ésa es para nosotros la quintaesencia de la paternidad que, por otra parte no es fuente de derechos, sino de obligaciones.
La paternidad es el mayor invento social de la humanidad, no superado todavía por ningún otro, ni siquiera por el Estado. Es probablemente anterior al matrimonio. El más antiguo paterfamilias romano es mucho más el jefe del pequeño Estado que forma su casa, que el padre de sus hijos. Ni siquiera los llama hijos, sino líberi "libres". La palabra hijo parece que en origen significa "mamón" (ver web 12-2) y sólo tiene que ver con la madre, no con el padre. No se parece por tanto en nada el padre de hoy, al padre romano del que tomó el nombre.


Llegar a la condición de hijo de padre no ha sido cualquier cosa. No nos vino por generación espontánea. En realidad, al principio la generación nada tenía que ver ni con la paternidad ni con la filiación. Es decir que el simple hecho de engendrar no devengaba obligaciones ni derechos de paternidad, ni el simple hecho de ser engendrado constituía al nacido en acreedor de derechos respecto al engendrador. En el derecho vigente quedan todavía reliquias de esos principios.

El gran problema por el que había que resolver el doblete paternidad - filiación, era la sucesión. Para evitar en cada generación una guerra de sucesión (cosa que por otra parte ocurre con todos los animales de manada y de rebaño), había que constituir un heredero (de la raíz griega

FABRICANDO UN PADRE

En el taller más extraño y sublime conocido, se reunieron los grandes arquitectos, los afamados carpinteros y los mejores obreros celestiales que debían fabricar al padre perfecto:"Debe ser fuerte", comentó uno."También debe ser dulce", comentó otro experto.

"Debe tener firmeza y mansedumbre, tiene que saber dar buenos consejos"

"Debe ser justo en momentos decisivos, alegre y comprensivo en los momentos tiernos"¿Cómo es posible -interrogó un obrero -poner tal cantidad de cosas en un solo cuerpo?

"Es fácil", contestó el ingeniero -,

"Solo tenemos que crear un hombre con la fuerza del hierro y que tenga corazón de caramelo"
Todos rieron ante la ocurrencia y se escuchó una voz (era del Maestro, dueño del taller del cielo).

"Veo que al fin comienzan -comentó sonriendo -No es fácil la tarea, es cierto, pero no es imposible si ponen interés y amor en ello". Y tomando en sus manos un puñado de tierra, comenzó a darle forma.¿Tierra? -preguntó sorprendido uno de los arquitectos -Pensé que los fabricaríamos de mármol o marfil, o piedras preciosas!"Este material es necesario para que sea humilde - le contesto el Maestro - Y extendiendo su mano sacó de las estrellas oro y lo añadió a la mesa. "Esto es para que las pruebas difíciles brille y se mantenga firme".

Agregó a todo aquello, amor, sabiduría, le dio forma, le sopló de su aliento y cobró vida, pero ...... faltaba algo, pues en su pecho le quedaba un hueco.
"¿ Y qué pondrás ahí?, preguntó uno de los obreros.Y abriendo su propio pecho, y ante los ojos asombrados de aquellos arquitectos, saco su corazón y le arrancó un pedazo y lo puso en el centro de aquel gran hueco.
Dos lágrimas salieron de sus ojos, mientras volvía a su lugar su corazón ensangrentado.
"¿Por qué haz hecho tal cosa?" -le interrogó un ángel obrero -y aún sangrando, le contestó el Maestro:
"Esto hará que me busque en momentos de angustia, que sea justo y recto, que perdone y corrija con paciencia, y sobre todo, que este dispuesto aún al sacrificio por los suyos y que dirija a sus hijos con su ejemplo, porque al final de su largo trabajo, cuando haya terminado su tarea de padre allá en al tierra, regresará hasta mi.
Y satisfecho por su buena labor, yo le daré un lugar aquí en mi reino.Le extenderé mi mano, descansará en mi pecho y tendrá Vida Eterna.
Pues yo también soy Padre y por él, por su bien, para otorgarle vida, arranqué del corazón un pedazo de amor y lo puse en su pecho. Para que a mi regrese, guiado por la sangre que derramé por él en una cruz, para darle perdón para mostrarle que aunque es duro ser padre, cuando extiendes tus brazos y perdonas, la recompensa es vida, gozo y amor eterno.


ONOMÁSTICA EL NOMBRE DEL DIA

JOSÉ

El primero en llevar este nombre fue el undécimo hijo del patriarca Jacob, cuya esposa, Raquel, exclamó ante el recién nacido: "Auménteme Dios la familia". En efecto, tomó el nombre del hebreo Yosefyah, es decir: "Añade Yahvé." Es un nombre que evoca abundancia, incremento; no sólo de la familia, sino también de las riquezas, como efectivamente ocurrió en la historia de José. El segundo gran personaje bíblico que lleva este nombre es san José, en cuya memoria lo han llevado legión de españoles, hasta el punto de ser el más frecuente en España, sobre todo desde que el papa Pío IX designó a san José, esposo de la Virgen María, patrono de la Iglesia universal en el año 1870. Al ser frecuente el uso de este nombre en compuestos como José María, María José, José Ramón, José Antonio, Pedro José, José Luis, José Miguel, junto a las formas femeninas de Josefa, Josefina, Fina; e hipocorísticos como Pepe, Pepa, Pepito, Pepita, Chema, Pito, Jose, al lado de formas antiguas tales como Josef, Josefo, resulta ser omnipresente; de manera que raro es el que no tenga que felicitar a uno o más Josés el 19 de marzo.

San José es uno de los pocos santos que no es preciso presentar. ¿Quién no ha tenido un San José en las manos? Es una de las tres figuras indispensables en un Belén, por lo que todos lo tenemos identificado como el anciano que se apoya en la vara. San José es una figura discreta pero imprescindible. Y cumple con su papel a la perfección. Nos dice el Evangelio que era carpintero.

Proveía al sustento y a la seguridad de la que llamamos la Sagrada Familia, cuyo cabeza era él. Tenía su residencia en Nazaret, pero tuvo que trasladarse a Belén con María su esposa, para censarse. Pasó el pobre san José muchas fatigas teniendo que viajar con su esposa en tan avanzado estado de gestación. Y más fatigas al no poder ofrecerle un lugar digno donde descansar y dar a luz. Y más todavía cuando tuvo que huir a Egipto precipitadamente con la madre y el hijo, para escapar a la persecución de Herodes, que le tenía una aversión especial a la estirpe de David.

Otros cuarenta santos llevan este venerable nombre, entre los que destacan san José de Calasanz y San José Oriol. Pero es el propio José, hijo de Jacob, el más grande de los personajes que han llevado este nombre: vendido por sus hermanos y convertido en administrador de Egipto, instaló a toda su familia en ese país para salvarla del hambre, con lo que dio un vuelco importantísimo a la historia de Israel, que en buena parte condicionó nuestra propia historia.

Los que celebran y las que celebran su onomástica el 19 de marzo, fiesta de san José, se cuentan entre los privilegiados que saben perfectamente cuál es el valor y el alcance de su nombre, que no es poco. Son conscientes de que tienen un gran nombre y detrás de él un gran santo y una gran festividad, enriquecida con bellas tradiciones, con las fallas de Valencia a la cabeza de todas ellas. ¡Felicidades!

Publicado en la edición El Almanaque Nº 3093 Miércoles 19 de Marzo de 2008

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