Cuando examinamos los distintos calendarios de los numerosos Carnavales de hoy y de antaño, observamos en las fechas una variedad tan amplia como en las maneras de celebrarlos. Sin embargo hay unos denominadores comunes a todos los carnavales: en cuanto al momento, todos preceden a la Cuaresma y pretenden ser una preparación para la misma, y un desquite anticipado de las privaciones que impondrá.
En cuanto a la forma de celebrarlos, todos coinciden en la proliferación de los disfraces; y luego, en cada lugar se especializan en formas distintas de sacarle partido a la libertad y al libertinaje que da el hecho de no poder ser reconocido, y la licencia consensuada de toda la sociedad para estas celebraciones. De ahí que sean tantísimas las variedades carnavaleras, y que cada ciudad se distinga por un estilo y unos ritos distintos, que atraen el interés de un cada vez más abundante turismo carnavalero.
En cuanto a la fecha de inicio de los Carnavales, la que durante más tiempo y en más calendarios se ha mantenido como primer día de celebraciones, es el jueves anterior al Miércoles de Ceniza, día en que empieza la Cuaresma, de manera que ésta venía a durar una semana casi completa. El Jueves Lardero, que así se llamaba el primer día de los Carnavales, se celebraba con una buena comilona; y el Miércoles de Ceniza, el último día de la semana de Carnaval, se celebraba con la tristeza y austeridad que imponía el primer día de la Cuaresma, con el rito llamado Entierro de la Sardina, que no era tal, sino el del esqueleto de la misma, después de haber celebrado la primera comida cuaresmal, que la austeridad del tiempo y de la economía hacía que fuese una sardina en salazón.
Es por tanto la Semana de Carnaval la medida más universal, pero no la única. Por debajo de esta extensión está la más escueta del domingo de Carnaval (cuyo nombre litúrgico es Domingo de Quincuagésima), el más celebrado por ser día festivo, que se prolongaba en el lunes y el martes que le seguían, con menos fiesta por ser días laborables.
Y por encima de la extensión de la semana tenemos una variedad muy notable, que oscila normalmente en los carnavales modernos entre el domingo de Sexagésima, la semana anterior, hasta el primer domingo de Cuaresma (los 40 días de ayuno como preparación a la Pascua), el que sigue al Miércoles de Ceniza. Es decir que los Carnavales más solemnes extienden su duración a dos semanas. Pero no es éste el límite, ni mucho menos.
En las ciudades que tienen los Carnavales como sus festejos más significativos, para los que han creado una estructura social de cofradías, gremios, cuadrillas, comparsas, etc. los Carnavales empiezan mucho antes. En Venecia, por ejemplo, se proclamaba el 26 de diciembre, el siguiente de la Navidad, como primer día de los Carnavales. Más adelantados aún eran en algunas ciudades de Alemania, en que el 11 de noviembre se daba inicio a los Carnavales con la elección de su rey. A partir de esa fecha, se iban escalonando celebraciones menores que culminaban en el Carnaval propiamente dicho.
Artículo publicado en la edición de El Almanaque Nº 3048 Domingo 3 de Febrero de 2008
Artículo publicado en la edición de El Almanaque Nº 3048 Domingo 3 de Febrero de 2008
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