LA CULTURA OCCIDENTAL ha aglutinado en la fiesta de san Valentín un cúmulo de costumbres antiquísimas, muchas de ellas ritualizadas, destinadas a celebrar, fomentar y ensalzar el amor de la pareja.
Si buscamos el origen de estas fiestas en occidente, tendremos que retroceder hasta las romanas Lupercales, del mismo modo que para localizar el origen de nuestra Navidad hemos de retroceder a las Saturnales romanas.
Era una fiesta que se celebraba en honor del dios Februarius, y el gran día del sacrificio de purificación se llamaba februata díes. Estamos en los ritos generales de purificación que serán las inmediatas fiestas del Carrus navale (Carnaval), la gran revista festiva paseando a los dioses en sus carros cargados de danzantes durante la inspección de los campos y las casas relucientes por la purificación general a que se han sometido.
Pero las Lupercales, que marcan el inicio de todo este ciclo festivo, se dedican en especial a ritos de fecundidad. Los "lupercos", una especie de cofrades de esta fiesta, vestían una piel de cabra, y así "vestidos" perseguían a todos por la calle, dando zurriagazos con tiras de piel de lobo (lupus, de ahí el nombre) a los transeúntes, en especial a las mozas, porque se les atribuía a estas disciplinas poder fecundante.
Este tipo de fiesta tenía un carácter de orgía que los mismos emperadores romanos se vieron obligados a frenar. Pero era imposible ahogar estas fiestas de fecundidad, así que fueron renaciendo a lo largo del tiempo y de la geografía en muy diversas formas.
El formato de la actual fiesta de SAN VALENTÍN es muy reciente. Todos la hemos visto crecer ante nuestros ojos. Aunque tiene en ella una gran fuerza la vena comercial y aire mundano, hay que decir que se trata de una fiesta de formato religioso, casi puritano.
Pero las Lupercales, que marcan el inicio de todo este ciclo festivo, se dedican en especial a ritos de fecundidad. Los "lupercos", una especie de cofrades de esta fiesta, vestían una piel de cabra, y así "vestidos" perseguían a todos por la calle, dando zurriagazos con tiras de piel de lobo (lupus, de ahí el nombre) a los transeúntes, en especial a las mozas, porque se les atribuía a estas disciplinas poder fecundante.
Este tipo de fiesta tenía un carácter de orgía que los mismos emperadores romanos se vieron obligados a frenar. Pero era imposible ahogar estas fiestas de fecundidad, así que fueron renaciendo a lo largo del tiempo y de la geografía en muy diversas formas.
El formato de la actual fiesta de SAN VALENTÍN es muy reciente. Todos la hemos visto crecer ante nuestros ojos. Aunque tiene en ella una gran fuerza la vena comercial y aire mundano, hay que decir que se trata de una fiesta de formato religioso, casi puritano.
Su objetivo es santificar los sanos impulsos biológicos transfigurándolos en AMOR.
San Valentín pretende llevarnos a la apoteosis del sexo, es decir a su divinización, que es el AMOR.
LAS COSAS Y SUS NOMBRES
COQUETERÍA
Galicismo que ha hecho fortuna en nuestra lengua a pesar de los esfuerzos de los puristas por desterrarlo, proponiendo sinónimos como, mimo, tiquis miquis, melindre, monería, momería, arrumaco, carantoña, contoneo, garambaina, etc. Pero no, estos pretendidos sinónimos forman parte del coqueteo, mas ninguno de ellos puede sustituirlo.
El inglés y el alemán también se han dejado arrastrar por el francés; eso que los ingleses cuentan con el flirteo, que han exportado a otras lenguas. Partimos de coq, que significa gallo tanto en sentido propio como figurado: coc du village (lit. el gallo del pueblo) es el gallo, el gallito; être un bon coq es ser muy enamoradizo.
El verbo coqueter significa propiamente hacer el gallo, es decir presumir un hombre entre las mujeres; y coquet es el que va por ahí de gallo. Su femenino es coquette, (obsérvese que la hembra del gallo es la la poule, en lenguaje infantil, cocotte); significa eso que la mujer coqueta es la que adopta con los hombres el papel del gallo con las gallinas; traducida la imagen vendría a ser la mujer que necesita tener pendientes de ella a muchos hombres, y en eso emplea sus coqueteos; del mismo modo que al gallo no le basta una gallina, sino que necesita para gallear (propiamente coquetear) todo un gallinero.
De ahí que a la hora de definir a la mujer coqueta se diga que es la que hace por gustar a los hombres, o la que toma el amor como una diversión y procura enamorar a distintos hombres. Cuanto más atrás vamos en el tiempo, más negativa es la definición. El diccionario de R.J. Domínguez dice: Coqueta, s. f. La mujer presumida, ligera, inconsecuente y veleidosa, que por vanidad procura agradar a muchos, burlándose en general de todos, sin fijarse realmente en ninguno.
Por completar, hay que decir que se da también este nombre a una especie de tocador (no viene de tocar, sino de toca = velo, y por extensión sombrero) provisto de espejo por lo general de cuerpo entero, que se emplea para vestirse o arreglarse delante de él. Y al golpe que daban los maestros en la palma de la mano con el plano de la férula o palmeta. Y en calidad de diminutivo de coca, un panecillo que recuerda la coca.
A partir de coqueta se formó todo el campo léxico, que incluye coquetería, coquetear, coqueteo, coquetón y últimamente, también coqueto. Domínguez incluye coquetismo como Arte seductor de la coquetería refinada. M. Moliner define coquetear como Conversar o tratar una mujer con los hombres procurando enamorarlos.
Y añade: Puede aplicarse también a los hombres que tienen una actitud semejante respecto a las mujeres (falta la inversa, que también se da). Se llama también así a la acción de conversar, bromear, etc. un hombre y una mujer tratando de agradarse recíprocamente. Y a la de hacerse el amor (= cortejarse) sólo por pasatiempo.
La coquetería tiene una definición más favorable: es, además de la cualidad o comportamiento de coqueta (o coqueto), la habilidad para arreglarse o para agradar en general; y cosas que hace una mujer para aumentar su belleza o para agradar a un hombre o a los hombres.
Coquetón fue la primera forma masculina de coqueta (luego le siguió coqueto), y sirve tanto para calificar a los hombres que recurren a la coquetería como las cosas, los adornos, etc. Se usa como sinónimo de gracioso, atractivo, agradable.
Mariano Arnal LÉXICO
http://www.elalmanaque.com/sanvalentin/
Artículo publicado en la edición de El Almanaque Nº 3058 Miércoles 13 de Febrero de 2008
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