LAS COSAS Y SUS NOMBRES
BULAS Y BULOS
Ciertamente mientras existieron las bulas fueron piedra de escándalo, porque por bien que se explicasen, no conseguían desprenderse de las apariencias de una simple venta de privilegios: una forma de recaudación sui géneris. Dice R. J. Domínguez en su Diccionario de la Lengua Española (1895) sobre la bula de la cruzada: la bula apostólica en que los papas concedían diferentes indulgencias a los que iban a la conquista de Tierra-Santa. Actualmente se concede a los reinos de España y a los fieles de ellos que contribuyan con la limosna señalada, para los supuestos gastos que el rey hace en la supuesta guerra contra los infieles o gentiles, no sabemos de dónde, en defensa de la religión que no autoriza guerra contra nadie.
Es que realmente costaba entender las bulas cuando no existían cruzadas en las que combatir, ni infieles contra los que ir. La bula de carne, que era la principal fuente de conflictos, nació como un privilegio obvio para los cruzados. Se entendía muy bien que un guerrero no tenía que dedicarse a ayunos y abstinencias en plena campaña: era preciso que se alimentase lo mejor posible para afrontar el combate de cada día, aunque fuese en plena cuaresma.
Lo que ya no era tan fácil de entender era que quien sostenía económicamente al guerrero, tuviese los mismos privilegios de éste, no teniendo iguales necesidades el que está luchando que quien está relajado en su casa. Pero la campaña se tenía que sostener como fuese, y lo importante era recaudar. Y no eran sólo privilegios lo que estaba en juego, sino también las penitencias pendientes de cumplir: al perdón de las penitencias o penas pendientes se le llamaba indulgencias.
Esto venía de que la Iglesia tuvo en sus manos durante algunos siglos la administración de justicia, que se fue transfiriendo lentamente al poder civil. La doctrina de la Iglesia al respecto era que las penas impuestas por un delito (desde la perspectiva religiosa, pecado) se debían cumplir cuando buenamente se pudiera; pero que quien moría sin haber cumplido la pena, la cumpliría redoblada en el purgatorio. A no ser que la Iglesia, con su poder de atar y desatar en la tierra y en el cielo, perdonase no sólo la culpa, sino también la pena impuesta por ella. Las penitencias, igual que en el poder civil, se contaban por días, y las indulgencias o amnistías, también.
Así, en los jubileos, ligados a las respectivas peregrinaciones, se alcanzaba la indulgencia plenaria, es decir la amnistía general, el levantamiento de todas las penas pendientes de cumplir, con una gran implicación del sistema civil en el eclesiástico (vimos ejemplificado en "El Camino de Santiago" cómo también hoy el poder civil ensaya la conmutación de días de peregrinación por años de condena). Así que una forma de reclutamiento de soldados para las cruzadas fue contabilizar los días de cruzada como días de penitencia, y uno de los sistemas de recaudación fue contabilizar cada día de mantenimiento de un cruzado como un día de penitencia.
Estos privilegios se acreditaban mediante el correspondiente certificado, al que se llamaba bula porque eran aplicación de la bula otorgada por los papas estableciendo y regulando estos privilegios. Los papas fueron extendiendo sus bulas de levantamiento deayunos y abstinencias a objetivos cada vez más alejados de lo que fueron las cruzadas: así, Julio II las aplicó a las limosnas para la reconstrucción de San Pedro. Lutero, fraile agustino, soñaba con predicar esas indulgencias. Pero al asignarles el papa la predicación a los dominicos, se rebeló y predicó no sólo contra el escándalo de las indulgencias, sino contra la Iglesia y el papado.
EL ALMANAQUE hace hoy una incursión en la bula: continente y contenido.
LA FRASE
La mentira engaña a quien la dice D’Houdetot
Objetivamente hay que reconocer que la historia de las bulas degeneró hasta el nivel de los buleros, que acabaron siendo la medida de la autenticidad de la misma esencia de las bulas.
EL REFRÁN
DIOS CASTIGA Y NO CON PALO
Una de las grandes cosas que ha hecho Juan Pablo II ha sido pedir público perdón, en este año jubilar, por los muchos pecados de la Iglesia. Aunque Dios ya se ha cuidado de castigarlos todos severamente. La Iglesia no merece ser castigada por sus doctrinas, que tienen plena vigencia, sino por sus actos, que no siempre son conformes a su doctrina.
LÉXICO - ETIMOLOGIA
BULA
No se sabe cuál es el origen de "bulo", pero sospecho que muy bien podría ser la bula. En efecto, se entiende por bula el documento en virtud del cual se goza de alguna exención. Alegar la existencia de tal documento para zafarse de las obligaciones, es una forma de bulo, quizá la madre de todos los bulos. Cuando sorprenden a un andaluz mintiendo, dice que en él no es pecado, porque los andaluces tienen "la bula de María Santísima"; que tienen el privilegio de poder mentir sin pecar, como los cristianos que pagaban la bula podían comer carne en cuaresma sin pecar.
De todos modos, los primeros propaladores de bulos fueron los buleros, que los hubo de todas las calañas, entre ellos los que con tal de recaudar, ponían en la bula lo que fuese.
Una bula es en origen una bola. En latín, bulla (se pronuncia bul.la). Del verbo bullo, bullare, que significa bullir, hervir, burbujear. Los romanos adornaban y distinguían a las personas (e incluso a los animales preferidos) mediante unas cápsulas a modo de dijes que se llevaban colgando del cuello, en el interior de las cuales se guardaban los elementos causantes de esa distinción.
También se usaban como amuletos, conteniendo en este caso en su interior las hierbas o sustancias que tenían la virtud de proteger a su portador. Se supone que fueron los etruscos los introductores de este adorno-amuleto, cuyo uso estaba extendido también entre los griegos. La bulla tuvo siempre carácter de distintivo o de privilegio.
La usaban los generales durante la celebración del triunfo como condecoración, pero también como amuleto para librarse de la maldad de los envidiosos de su triunfo. Después de la segunda guerra púnica todos los niños de condición ingenua (los nacidos libres) llevaban la bulla.
Era su distintivo de libres. Siempre de oro. Con el tiempo, también la llevaron los esclavos, libertos y libertinos, pero de materiales inferiores, llegando incluso al cuero y a la simple cuerda anudada; pero no ya como distintivo, sino como amuleto. La llevaban los nobles hasta los 17 o 18 años junto con la pretexta (túnica con adornos, considerados apropiados para los menores de edad, pero impropios de los adultos); en la ceremonia en que celebraban el paso a la mayoría de edad, al cambiar la túnica pretexta por la toga viril, se despojaban también de la bulla, que ofrendaban a Juno.
Las bulas que servían de distintivo de dignidad, tenían en el anverso y en el reverso las imágenes alusivas a esta dignidad, y se usaban para marcar el sellado (con cera y posteriormente con lacre) de los documentos que debían llegar al destinatario con la garantía de que el acceso al texto estaba reservado únicamente al destinatario.
Desde la Edad Media las bulas pontificias iban cerradas con un hilo de seda roja o amarilla o de cáñamo, asegurada con un precinto de plomo, en cuyo anverso iba impreso, a veces en oro, el nombre del papa y en el reverso los bustos de san Pedro y san Pablo separados por una cruz. Ese precinto era la bula propiamente dicha. Lo llevaban sólo los documentos de primer orden: entre ellos los que concedían privilegios. De ahí tomaron el nombre las bulas por las que los cristianos quedaban exentos de cumplir el ayuno y abstinencia cuaresmales a cambio de un canon (limosna).
Mariano Arnal LÉXICO
Publicado en la edición de El Almanaque Nº 3069 Domingo 24 de Febrero de 2008
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